FOTOGRAFÍA DE UN "CHOW-CHOW MUY PARECIDO SACADA DE LA PAGINA WEB "PERROS-MASCOTAS"
desde Buenos Aires escribe Carlos Estrada*
Queridos lectores, saben que amo a los animales y los defiendo del maltrato, caza furtiva, actos de cuatrerismo, tráfico ilícito, etc., pero hoy tengo el alma herida y sólo puedo decir que el dolor y la tristeza me impiden hilvanar anécdotas lindas. Quisiera contar muchas cosas y hablar de los queridos perros, esos fieles compañeros del hombre, pero no sé por dónde empezar porque hace algo más de un mes me envenenaron a mi adorada “Chow-Chow”.
Soy un tipo grande y lloro como un niño, no encuentro consuelo, fue una muerte inesperada, horrorosa, buscaba socorro con la mirada y expresión desencajada, no pude salvar al noble animal que esperaba todo de mi. Teníamos una comunión espiritual difícil de explicar con palabras, no le había puesto nombre, no necesitaba llamarla, conocía mis estados de ánimo y los respetaba, era mi cable a tierra, si me veía preocupado buscaba distraerme con travesuras... se tiraba patas arriba, daba vueltas, salía corriendo con mis medias y lograba que mis días fueran menos complicados, intuía que me estaba recuperando de graves heridas y que necesitaba la presencia de un ser querido porque mi novia no podía acompañarme todo el tiempo.
Esta perra también había sufrido en su juventud y me tuvo a su lado día y noche, fui su amigo incondicional, fue mi amiga durante los años que vivió, pero Dios se la llevó el 9 de marzo pasado a las 14 horas aproximadamente y no pude evitar que partiera para siempre; un sensible veterinario que fue perito judicial en muchos procedimientos contra cuatreros que realicé incautando caballos, estuvo en la vivienda y certificó su muerte por envenenamiento. Periódicamente la visitaba, revisaba, le hacía análisis y me decía que su salud era perfecta, otro veterinario de importante clínica certificó posteriormente haberla atendido durante ocho años siempre encontrada bien nutrida y en excelentes condiciones generales.
La he alimentado con los mejores productos naturales, hoy encuentro parte de la heladera vacía, un sector del botiquín del baño sin sus productos, ausencia de sus platos, un bebedero seco y un rincón de la casa vacío; no quiero abrir el balcón que tanto le gustaba, era algo así como su “televisión”, es decir, desde ese lugar elevado miraba pasar a la gente y a los perritos del barrio y venía a "contármelo" enojada. Me buscaba cada diez minutos, no comía si me alejaba, tomaba suplementos vitamínicos y minerales, sus músculos estaban muy desarrollados porque la entrené durante varios años, cepillaba sus dientes con un gel especial, cuidaba su pelaje, paseábamos algunas noches; creo que el 7 de marzo caminó un rato con correa sin pasar por plazas ni olfatear árboles, era silenciosa, especial, de mirada intensa, su dignidad me conmovía; el 8 de marzo al anochecer comenzó con vómitos, diarrea, orinaba mucho y aparecieron problemas respiratorios, no respondió a los medicamentos, no la trasladamos, era pesada (no gorda) y no soportaba que presionaran su estómago porque se ahogaba, los taxis no la hubieran cargado, yo estaba con feas lesiones, dinero sobraba para atenderla, empeoró la madrugada del día 9, estaba inquieta, desesperada, no conseguí que la salvaran, la lengua le caía a un costado, la parte inferior de la boca comenzó a paralizarse, me buscaba con la mirada, no podía respirar, saliva espesa cubría su cuello y pecho, a diferencia de la noche anterior no orinaba, aparentemente su organismo había dejado de cumplir funciones, no soporté verla en ese estado, numerosos remedios y la edad no ayudaron, sentí impotencia, fueron horas de intenso sufrimiento para el animal y con los ojos cerrados partió de este mundo para siempre, con su hocico apoyado en las patitas delanteras y la lengua apretada, no estuve presente en ese instante, no podía pensar, andaba por el living, daba vueltas muy cerca, mi novia se había ido rato antes, creí que el mundo terminaba, nada tenía sentido, aún hay un vacío tremendo en la casa y un vacío grande en mi alma porque me siento culpable... la creí invulnerable, eterna.
Su cuerpo estaba inmóvil en el patio y demoré hasta el atardecer para sacarle fotos, le corté dos uñas y un mechón de pelos que guardo como tesoros. Esa noche con una proteccionista la trasladamos a una plaza, la enterramos entre árboles, dos días después la retiré y llevé a un lugar especial (no tenía olor feo, increíble), pagué para que me ayudaran a acomodar el terreno, después de manera solitaria durante una semana fui construyendo una tumba con lámina de acero y kilos de cemento en la parte de arriba, ella envuelta en dos gruesas bolsas plásticas a fin de poder recuperar sus huesos en unos meses; en la vivienda no queríamos barrer los pelos que aparecían en los rincones, tapé con grandes sábanas mis libros y lugar de estar, dejé de ver películas clásicas de mi colección, olvidé mis guitarras, se esfumó mi alegría y no he podido evitar llorar en diferentes momentos del día porque fue una muerte sorpresiva e impresionante; dos días antes comió con ganas, pedía más y dije en broma “parece que fuera la última comida de su vida” y así fue ¿ironía del destino, no?
¿Qué pasó? No comía alimentos del suelo y lo que ingería era selecto y de mis manos, pero nunca se sabe todo, algo le tiraron en el balcón o en el patio cerrado con enrejado en la parte alta de la pared, lindero a patio vecino y a ventanas de individuos -uno de área oficial- de dudosa moral que abusarían de menores (comprobado), además del lado del balcón vive una joven adicta al alcohol y presuntamente a las drogas que se moviliza en autos oficiales, organiza “fiestas” de descontrol con individuos de similar comportamiento y sería sobrina de importante ex miembro del Gobierno nacional, personas que se sentirían intocables e impunes con posibles amistades policiales, políticas y judiciales; nunca traté a esta gente, no los conozco personalmente, me consta que son insoportables, que no respetan al prójimo y, como todos los que hacen vida ligada a vicios, seguramente no quieren a los de conducta ordenada, tal vez se sientan descubiertos, limitados en su accionar y por eso envenenaron al “Chow-Chow” que no molestaba y sabían lo que significaba para mi. No tengo pruebas, hay buenas pistas, pero en un país donde los principales pilares parecen podridos, premiándose valores éticos y morales cambiados, será imposible llegar a la verdad.
Traté de no tener cerca aquello que me hiciera recordar al perro, no quería aumentar tristeza y revisando unos apuntes apareció fotografía del animal precisamente obtenida el día que llegamos al edificio, que tenía que estar archivada con las otras; lloré y saqué valor para revisar una carpeta con toda la historia de la bella “Chow- Chow” color negro, sufrí mucho durante horas, me calmé, aparté foto donde parece mirarme, la coloqué en mi habitación junto a la figura de Buda tallada en ébano y en una silla artesanal de campo apoyé el ancho collar de cuero, otro de ocho tientos trenzados y dos traíllas de cuero confeccionadas por artesano de la estancia, elementos que usaba para sacarla a caminar. Mi tristeza continúa, mi novia también la siente porque era recibida por el animal a la misma hora todos los días; nada me consuela porque fue una muerte inesperada, provocada y horrorosa.
Todas las semanas visito su tumba y lloro en el lugar (me considero un hombre fuerte, he tenido centenares de animales, no me han doblado balazos, emboscadas, puñaladas, soledad, enfermedades, accidentes, lesiones, etc.), pero toco la fría construcción y no puedo aceptar que mi amiga esté durmiendo para siempre, que ya no mueva la cola, que no esté para andar por el balcón, dormir frente a mi habitación, que no pueda disfrutar ricas comidas, caricias y acompañarnos más tiempo, es duro asimilar las cosas como se plantearon; en Navidad, el 31 de diciembre a la noche y en Año Nuevo la abrazamos fuerte y comimos todos juntos, cuando la miraba descansar en enero y febrero pensaba que quería hasta su último pelito, no recuerdo un solo momento malo de ella, siempre sobresalieron virtudes y comportamiento elogiable, le decía que necesitaba verla felíz, quería que fuera felíz, pero los dos últimos años -aunque he entrenado un poco y dedicado algo de tiempo a mis profesiones-, no estuve en condiciones para salir a caminar demasiado y me preocupaba su felicidad, no sé si fue feliz, los animales dan todo y no piden nada, es imposible saber qué hay en su mundo interior.
29 de abril, “Día del Animal”, hoy visitaré el lugar de descanso del perro "Chow-Chow" que me acompañó importante tramo de mi vida y más allá de lo que dicen veterinarios y médicos de humanos, nunca dejaré de lamentar no haber encontrado forma de salvarlo.
Carlos Estrada *escritor, periodista de investigación, dedicado a actividades ecuestres, ex criador e instructor canino, asesor de centros especializados, con experiencia en manejo de tigres, monos, leones, leopardos, osos, lobos, etc., proteccionista independiente de fauna salvaje con rescates de reiterados millares de especies vulnerables y varios centenares de caballos maltrados. Trayectoria pública desde 1970 (y este fracaso que no puedo entender).
Buenos Aires, Argentina, 29 de abril de 2013.
Nota: La fotografía no corresponde a mi "Chow-Chow", fue copiada de la página web "Perros-Mascotas" porque el parecido es asombroso.